martes, 15 de noviembre de 2011

EL REENCUENTRO


Quiero compartir con vosotros un fragmento que escribí hace unos años para un taller de litografías. El libro, al que titulamos "La Ruta de las Estrellas", intentaba reflejar, mediante la palabra y el dibujo, sensaciones del Camino de Santiago. Creo que una imagen de San Miguel de Escalada es perfecta para este texto, aunque esté acompañada de mi humilde obra litográfica.

Disfrute mucho haciendolo y escribiéndolo, por eso espero que os guste:

El reencuentro

Hoy inicio el Camino con el corazón destrozado y el alma herida. Yo, Miles christianus de la disuelta Orden del Temple, necesito reencontrarme con Sant Yago para que su fe me inunde y fortalezca y así, de nuevo, renazca de las cenizos en que estos aciagos días la han sumido. Hoy con la Cristiandad dividida, ni siquiera la reciente muerte de Clemento VII ha contribuido a solucionar la crisis de fe y yo, que hice voto de pobreza, castidad y obediencia, siento la necesidad de iniciar el Camino como un simple peregrino. No llevaré en la faltriquera moneda ni riqueza alguna que revele mi noble linaje. No viviré de mis bienes, sino sólo de la caridad que los lugareños quieran darme, de la hospitalidad que me ofrezcan las órdenes que me acojan y de compartir el pan duro con otros caminantes.

Espero que el Camino me guie tal como ha hecho con tantos y tantos otros antes que yo. En él seguiré la luz y espero que la luz venga a mí para reforzar la fe de mi corazón. No es posible pensar que este mundo esté tan loco que la fe no nos salvará. Yo te ofrezco mi esfuerzo. Tú, Gott Sanctiagu, sólo ayuda a este mundo a reencontrar su camino, porque lo ha perdido. Sé que te pido mucho a cambio de tan poco. Mas hoy, aquí, mientras lleno mi calabaza con agua fresca, tengo la certeza de que si llego al final del Camino habré cumplido la más importante misión de mi vida. Después, ya no me importará morir porque mi camino quedará marcado en las estrellas y habrá confluido con el tuyo.

Sólo al final del Camino, con los pies cansados y el alma blanca, siento que he llegado a aquél punto extremo del orbe que habitamos. En esta finis terrae donde cielo y tierra se unen encuentro la paz cuando, por fin, mis ojos pueden ver las agujas de la iglesia que, elevándose al cielo, acogen el cuerpo del Apóstol.

Es aquí, en el Monte del Gozo, donde sabes que nada ha sido inútil, que todo esfuerzo, por nimio que sea, merece la pena. Es aquí donde no sientes tus pies, ni tu cuerpo, ni tu estómago, ni tus llagas ... sólo sientes tu corazón que te habla porque, al fin, se ha reencontrado contigo.

Te detienes, caes de rodillas y comprendes. Miras el templo y el cielo, y asientes. Lloras quedamente y, por fin, en silencio, gritas la voz que otros antes que tú, en el mismo sitio, han gritado: ¡ULTREIA!. Y ahora sabes que también esa voz tiene sentido en tu vida.

Este Camino de Estrellas ha sido, al fin y a la postre, de una dulzura infinita porque en él he conectado con otras almas blancas, puras, que vienen a demostrar que no todo está perdido porque, en lo más profundo de sus corazones, sigue existiendo la FE.

Soledad Parrado Cuesta
Soledalia

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