domingo, 5 de febrero de 2012

LA TABLA

Pasamos por la vida, decimos, con un lastre en nuestra mochila. Puede que sea un lastre, no lo se. Lo que si se es que pasamos por la vida agarrados a varias tablas de salvación: la tabla de nuestros amigos, la de nuestra familia, la de nuestro trabajo, la de nuestros vecinos, la de nuestros amores, la de nuestros hijos ...

No nos soltamos de una sin haber puesto nuestra mano en la otra y, muchas veces, más de las que queremos reconocer, sujetamos varias tablas de manera simultánea.

Cuando una tabla nos falla, ya queremos tener otra preparada, lista para recogernos y, si esto no sucede, nos deprimimos, nos sentimos pobres, desqueridos, tristes, innobles, dejamos de entender qué sucede, qué es la vida, qué merecemos ...

¡Nos aportan tanto cada una de esas pequeñas tablas! Y, sin embargo ¡qué poco las cuidamos!. A medida que la utilizamo la tabla se va combando un poquito, otro poquito, otro poquito más, y cada vez que se comba salta una pequeña astilla. Si no la recogemos, la pulimos, la pegamos y enderezamos la tabla, estamos perdiendo un pequeño fragmento de salvación para los malos momentos.

Y lo cierto es que dejamos que se pierdan tantas astillas que podríamos hacer con ellas un enorme barco para que nos recogiera en cada naufragio.

Dejamos que la astilla se pierda y pensamos que da igual, que ya volverá la tabla a enderezarse ¡menudo soy yo!; pero la tabla, obstinada, no se endereza, sígue soportando nuestro peso, un poquito menos, pero soportándolo, y como se trata sólo de unos milímetros y seguimos a flote, pensamos que somos estupendos, que lo hemos conseguido y creemos la ilusión de que nada ha cambiado.
Sin embargo, la ilusión no es más que eso: ilusión. Al cabo de un tiempo otra astilla cae. Y volvemos a tener dos opciones: mirar la astilla, recogerla y arreglar el desaguisado o mirar para otro lado y darla por perdida.

En función de las astillas que tiremos a la basura podremos mantenernos a flote en el futuro, próximo o lejano, pero a flote, porque cada uno de nuestros amigos, amores, hijos, familia ... que forman parte de cada una de nuestras tablas, vendrá a darnos las gracias por no haber permitido que esa astillita quede en su corazón.

Sería bueno que cada uno de nosotros se parara a reflexionar cuántas astillas ha dejado perdidas a lo largo de su vida y analizara, de verdad, si ha merecido la pena o, por el contrario, ha sido un error que ya no puede corregir. A lo mejor, de una reflexión sincera, puede nacer un cambio que nos permita seguir manteniéndonos a flote.





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