Leer
Personalísima es adentrarse en la esencia misma del autor.
Un privilegio que, a través de su pluma, nos concede para
recorrer su vida, sus sentimientos, sus inquietudes... sus sabores y
sinsabores.
Ajustándose al subtítulo de la obra, realmente los poemas nos
recuerdan ese rehacer diario del hombre en la lucha que supone vivir en un
mundo que a veces se nos esconde.
Homenajes y remembranzas cargadas de sentimiento, de nostalgia,
de esa belleza callada que otorga escribir desde el corazón.
Personalísima se lee despacio, paladeando cada palabra, cada
punto, cada espacio, cada significado. Se lee, como siempre, con placer. Y es
que la obra invita al recogimiento, a la meditación. Invita, en definitiva, a
rehacerte.
Y para que lo disfrutéis un poquito, os dejo aquí un fragmento de uno de sus poemas, El baile de las palabras, y un enlace a su
página web:
¡Hay que ver cómo bailan las palabras!
Bailan despacio, redoblando sus rodillas.
Bailan con la luz de un candil y mueren así,
Anochecidas.
Bailan porque ya no les queda más vida que una cuartilla
Atiborrada de puntos suspensivos
Y solo escuchan la sinfonía maldita de los mercados,
El aplauso de la mantequilla.
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