La Semana Santa de Valladolid tiene algo especial. Especial por la calidad de las obras que recorren sus calles, obras llenas de sentimiento que se suman al sentir popular, a la religiosidad, y hacen que la sensibilidad aflore en cada uno de los poros de nuestra piel.
Su calidad es tanta que algunas se encuentran dentro del Museo Nacional de Escultura Policromada; otras en Iglesias y Conventos, pero, todas, sin excepción, forman parte del conjunto escultórico de la imaginería castellana. Obras de arte que pasean por las calles de Valladolid rodeadas respeto, recogimiento y la música triste y doliente de las cornetas.
No en vano ha sido declarada de interés turístico nacional.
Especial porque los toques solemnes de cornetas y tambores acompañan las imágenes; y junto al sonar triste y seco de la música, el silencio respetuoso de las gentes mientras observan, calladas, el paso de imágenes, cofrades, manolas y penitentes.
Especial porque las procesiones también muestran la Fé, la esperanza en los penitentes que soportan el dolor y el sufrimiento de su promesa. Promesas hechas, la mayor parte de las veces, junto al lecho de alguien amado, querido. Promesas que los llevan a portar la cruz, descalzos, durante horas, bajo el frio de las tardes castellanas.
Promesas que, en unos casos, implican haber alcanzado el favor pedido; en otros, no son sino una esperanza continuada de que ese favor se cumpla.
Esperanza y fé, en cualquier caso, que sobreviven a los tiempos en los que ya en nada creemos y donde hemos perdido toda esperanza en el ser humano y en un Dios que no vemos.
Hombres y mujeres que son capaces de soportar lo insoportable por ver cumplida esa esperanza.
En la Semana Santa de Valladolid no se admiten las estridencias, ni la fiesta, ni la introducción de elementos nuevos porque están de moda. La Semana Santa de Valladolid mantiene el respeto y el recogimiento de sus inicios. Impresionan los sonidos de las cornetas y las carracas, rodeados de fieles y visitantes que contemplan el paso de las cofradías y, aún así, ese silencio sepulcral que puede cortarse.
He visto otras procesiones de Semana Santa pero ninguna me impresiona tanto como la de Valladolid, ni siquiera la de Sevilla.
Hace muchos años, cuando yo era una niña, mis padres nos llevaban a ver las procesiones que salían de madrugada; la imagen de los cofrades y del paso frente a La Antigua, en un silencio absoluto, con cientos de personas allí presentes, es algo que dificilmente podré olvidar.
Cuando siento la necesidad de rezar, de pedir algo a ese Dios desconocido en quien necesitamos creer en momentos desesperados, siempre viene a mi mente esa imagen de silencio y respeto, de recogimiento interno en medio de una gran ciudad, sin un ruido, sin una palabra, sin una voz... que te permite escuchar a tu yo interno.
No hace falta ser religioso para vivir y valorar la Semana Santa de Valladolid en su justa medida. Ocurre lo mismo que con el Camino de Santiago. Sólo hace falta ser capaz de ser tu mismo.
Por si quieres saber más de la Semana Santa de Valladolid, aquí te dejo este enlace. En su inicio, unas letras del magnífico Delibes, que ya alabó esta Semana con palabras mucho más certeras que las que yo puedo escribir.
http://www.jcssva.org/
La Semana Santa en Castilla y León es sobria, como su gente
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