EL GUETO |
De las de verdad.
De las que no se olvidan.
Una historia contada por un superviviente y que fue relatada casi como sin querer.
Estamos tan habituados a que nos hablen del holocausto que a veces pienso que hemos perdido esa parte de humanidad que nos falta para sentir que aquello forma parte de una terrible historia que nunca debió ocurrir.
Conocemos los hechos por la literatura, por el cine, por los viajes... Y realmente son hechos importantes que no merecen ser olvidados.
FLORES A LOS MUERTOS |
Ni que decir tiene que vimos una Polonia desconocida. Una Polonia vista con los ojos de unos polacos cultos y con una mente abierta.
LO QUE PESA EL ALMA |
Entre tema y tema, saltó "la historia":
- Cuando todo el mundo empezó a huir por miedo a la guerra, muchos decían que vendrían los alemanes. Y mi padre decía "yo no abandono mi casa. ¿Qué puede pasar si vienen los alemanes: un pueblo culto, inteligente, avanzado... no será capaz, nunca, de hacernos ningún daño".
Mi padre se quedó en casa, y con él todos nosotros: mi madre, mis hermanos, mis tios... todos. Todos convencidos de que nada nos podría ocurrir.
Pero llegaron los alemanes. El mismo día que entraron en nuestro pueblo, mi madre y yo misma vi como mataban a mi padre y a todos mis hermanos delante de nuestros ojos. No dejaron vivo a un sólo hombre, ya fuera niño o adulto".
IMPRENTA CLANDESTINA |
Enorme porque, durante nuestra estancia, pude comprobar la lucha de un pueblo con una enorme herida que aún no había terminado de cicatrizar. Sin rencor, sin rabia, sin nadie a quien culpar. Oír de esos mismos labios "no hay familia en Polonia que no tenga un muerto en esa guerra" es algo tremendo, pero te ayuda a entender que ni pueden ni quieren olvidar. Una cosa es el perdón y otra, muy distinta, el olvido.
Cuando días más tarde visitamos el Museo del Levantamiento de Varsovia, magníficamente expuesto y organizado, con todo el respeto que merecen los pueblos y los que dejaron su vida en aquella lucha, no podía evitar que resonaran permanentemente aquellas palabras "no hay familia en Varsovia que no tenga y muerto en esta guerra" y veía a familias enteras rotas por el capricho banal del gobernante de turno.
TRINCHERA |
Y aún pudimos ver cómo un grupo de "avezados" españoles, con ignorancia supina, entre risas y casi quitándose el puesto, pugnaban por fotografiarse en una moto alemana con sidecar (sí, de esas que vemos en las películas). La escena era increíble: por un lado, risas y más risas por subir a la moto, fotos y más fotos con sonrisas de oreja a oreja y alegría; por otro lado, personas mirando la escena con una expresión de extrema tristeza en sus ojos.
La historia podría acabar no con un colorín colorado este cuento se ha acabado, sino con una pregunta "¿cómo es posible que un elemento que causó tanto daño y dolor sea ahora un objeto de tanta satisfacción?".